Gran Hostal es el cuarto trabajo de Camellos. Llega de la mano de Ernie Records y lo hace hablando tan claro que a veces escuece, incluso dónde ni siquiera sabías que había herida. Pero la sensación te gusta y quieres más.
Gran Hostal es el lugar al que vas cuando te das cuenta de que, como fuera de casa, no se está en ningún sitio. La noche tiene que durar un poco más. Sólo hay dos días festivos por cada cinco de curro, ¿quién inventó esta basura? Nos quedan dos ratos para quemar con los mejores amigos que elegimos en esta selva. El mundo es muy raro. Bastante asimétrico. A veces nos caemos muy bien a nosotros mismos y otras veces estamos muy perdidos y algo mucho peor: vamos perdiendo. Ven. Pasa. Ponte incómodo. Estás invitado a un delirio muy lúcido. Los chicos de Camellos tienen ganas de cambiarlo todo y a la vez no renuncian a jugar un poco. Aquí no hay casi nada prohibido, nadie te va a pedir el carné ni el riñón, basta con que no seas un puto nazi o un portero de discoteca. Es broma: es lo mismo.
Gran Hostal es el alojamiento en el que te recibe un conserje renqueante para llevarte a una habitación sin ventanas en la que proyectan una película con todas las cosas que ya sabías pero en las que nunca reparaste. Gran Hostal… es un hostal cojonudo que no llega a ser un hotel, ¿cómo decirte? Es: dentro de lo malo, lo mejor. Es hacer filigrana con lo puesto, con lo que tienes en la cabeza y en los bolsillos. Es un móvil con la pantalla rota que nunca te deja tirado.
Es alguien que te rasca justamente donde te pica. Es dar un puñetazo y conseguir que le duela al otro la cara más que a ti la mano. Es que tu novia no se llame como tu madre. Es que el escupitajo caiga justo en el zapato de tu enemigo. Es divertirte y tener memoria. Es acabar debajo de la mesa del billar y ver desde ahí el mundo como si fuera nuevo. Es entender que el estilo es gratis y que ésta es la fiesta de las cosas perfectas que son baratas, como el piti mentolado que te da una desconocida.
Es como arrancarte el último pelo de la lengua. Es como resbalarte en la ducha y no matarte: un lujo donde no te lo esperabas.
Camellos han vuelto a los orígenes, a la época en la que hacían canciones sin hilo de continuidad como agentes secretos del caos. Hacen lo que les va saliendo y como les va saliendo porque ya saben que es imposible contarle a dios o al jefe o al de la hipoteca del banco tus planes sin que se descojonen. Así que ellos se ríen primero. Eso es bueno. Quiere decir que están enfadados pero que todo les hace la suficiente gracia como para que no caigan en picado hacia la muerte. Quiere decir que aún tienen ganas de ser peligrosos. Quiere decir que se niegan un poco a ser adultos en el sentido clásico… porque eso a menudo significa claudicar y perder la mala baba que cura y que espabila.
Este disco (este hostal grande y loco) guarda la dialéctica de la calle y la mirada vitriólica y la ironía que te hace guapo y relajado. En él, uno fantasea con entrenar al perro para que encuentre droga y no tener que trabajar más en la vida. Uno piensa en el inútil del jefe intermedio que vive del cuento, «esa actitud tan negativa hay que cambiarla por una sonrisa, un nudo corredizo y una camisa».
Uno sale por la noche y siente que puede tener la vida que quiera durante un rato… pero luego está volviendo al kello de madrugada y un tipo te saca un pincho y te das cuenta de que sólo tienes la tuya. Uno no tiene ni putas ganas de vivir con las vacas. Uno entiende que no hay nada sagrado excepto los colegas, que son la familia elegida (sobre todo para los provincianos expatriados). A uno no le basta con romper Madrid: ahora quiere romper España como quien le mete un balonazo al jarrón más pintón de la abuela. Uno tiene una cariñosa recomendación: si eres especulador, salta de un cuarto.
Vienen a decirnos: “Haremos lo que podemos con lo que tenemos, lo pasaremos bien, lo pasaremos mal, pero no vamos a dejar de intervenir”.
Estos chavales se han pedido la suite del Gran Hostal para que quepan más de los buenos: Guille Febregat y Adrián Albacete, de Perro, les acompañan en su último single, ‘Candorro’; o Marina Iñesta, de Repion, que te avisa con ellos de que «al final te van a tocar la carita, te van a hacer una magia sin la varita»; o Álvaro García, de Biznaga, que te recuerda que «el corto plazo es el único plazo que conozco» y prepara a la peña para la ‘Combustión’ en su «coche de la Transición».
Camellos -Frankie Ríos, Fer Naval, Tommy DeWolfe, Jorge Betrán y Abel Maregil- compusieron los temas de Gran Hostal en Alcázar de San Juan. A cargo de todo el arte de este espacio tan singular está Clara S. Prous. El disco está grabado por Bernardo Calvo en Studio B y Pablo Thonon, con la asistencia de José Manuel Peinado, en Pleasure One. Producido por Bernardo Calvo y masterizado por Javier Roldón en Vacuum Mastering. Arte de la portada y contraportada e interior por Clara S. Prous.