El grupo gallego vuelve con un álbum luminoso y emocional, una obra que celebra el reencuentro con la música y con uno mismo. Editado por Ernie Records, Mañana y Siempre es una luz que vuelve a encenderse.
Quince años después de su último trabajo, Nadadora rompe el silencio con Mañana y Siempre, un disco que marca su regreso sin nostalgia y con una serenidad nueva. Tras los adelantos ‘1997’ y ‘Aparecer’, el grupo presenta un álbum que respira madurez y belleza contenida; que combina el pulso emocional de su indie pop clásico con un sonido más profundo y cinematográfico. Es un viaje de luz y sombra que habla de la reconstrucción, de las cicatrices y de la fe tranquila en el porvenir.
Para comprender mejor la emoción y el trasfondo de este reencuentro y de la publicación de Mañana y Siempre, vale la pena detenerse en las palabras del periodista y crítico musical David Saavedra, quien retrata este regreso con una mirada cercana y con la sensibilidad de quien ha seguido de cerca la historia del grupo:
«Una especie de regreso a casa
Luz, oscuridad, luz… oscuridad ¡¡y luz!! Nadadora ha vuelto, y lo hace por motivaciones que poco tienen que ver con el oportunismo o la nostalgia. En este último sentido, puede que su primer tema nuevo en 15 años, 1997, despiste. “En la radio vuelven a sonar/ canciones que ya nadie quiere escuchar/ Hablan de ti y de mí/ de las cosas que solíamos sentir/ de fantasmas que ya no salen a bailar”, comienzan cantando justo antes de abrazar el estallido del presente. “Ahora explotaremos en el cielo/ seremos un destello/ brillaremos esta noche de nuevo/ tan solo un momento/ nada más”. Envuelta en una melodía de indie pop luminosa y melancólica al mismo tiempo, la canción recupera al grupo gallego desde su más pura esencia y, al tiempo, nos devuelve esa esencia renovada. Ya no son aquellos jóvenes post adolescentes que comenzaron el grupo en 2002 y que se negaban a ser fugaces. Ahora asumen esa fugacidad, marcados por el paso y las heridas del tiempo, pero con su espíritu intacto: el de aferrarse desesperadamente, a sabiendas de la necesidad de hacerlo, a la música y a las cosas que importan. Pocas veces el regreso de un grupo se enunció en una canción de forma tan clara y emocionante.
Y de ahí pasamos a la segunda, Bailaremos, con otra melodía infecciosa que recuerda los veranos del pasado, cuando todo parecía que iba a ser eterno y perfecto y las canciones marcaban el ritmo emocional de la vida y nos inmunizaban contra todo lo que estropease la belleza del mundo. Imposible no verse reflejado en ella con un nudo en la garganta. “Recordé cómo brillaban nuestros ojos/ Te prometí que nada iría mal/ Levantamos nuestras manos en el aire/ Todo lo podíamos alcanzar”. Pero, justo cuando comienza el tema 3, Aparecer, ya vislumbramos un punto de inflexión hacia zonas más oscuras: “Puedes destrozar mi mundo con tan solo aparecer”, empieza cantando Sara. El inicio de Valiente (“No puedo volver a ese caos”) se reencauza hacia el camino de redención que se plasmará en la hermosa Anillo: “Cuando todo haya acabado/ te haré con papel un anillo blanco/ bajo el cielo más estrellado/ Me limpiaré el miedo, me quitaré el espanto”.
En realidad, cuando anunciaron su despedida, en diciembre de 2012, Nadadora nunca dijeron que fuese definitiva, sino que hablaron de “un descanso largo y plácido” aduciendo motivos personales que hacían imposible ensayar, componer, grabar y tocar juntos como les gustaría hacerlo.
El descanso fue largo, en efecto, pero no siempre plácido. Los sinsabores en el día a día también marcaron estos 15 años sin grabar que fueron unos pocos menos sin tocar. El 12 de noviembre de 2022, Sara Atán y Gonzalo Abalo en formato acústico, volvieron a un escenario por primera vez en 9 años. Me da un poco de pudor escribir aquí que quien se lo propuso fui yo -me hacía especial ilusión que fuesen ellos quienes tocasen para acompañar la presentación de mi primer libro- pero la realidad fue esa. Y así aprovecho para desenmascararme y manifestar que Sara y Gonzalo son dos de mis amigos más queridos, que he seguido muy de cerca toda su trayectoria y que, pese a toda la admiración, creo no haber perdido del todo la objetividad.
Mañana y Siempre, el cuarto álbum de Nadadora, toma su nombre de la novela del noruego Jon Fosse Mañana y tarde -publicada en España por Nórdica Libros-, que habla de forma muy personal sobre el nacimiento y la muerte. Su lectura impactó mucho a Gonzalo y, en cierto modo, incitó a que las seis canciones del disco mostrasen la etapa vital en que ellos se encontraban como personas. Antes de eso, Sara pensó en la referencia del kintsugi, una técnica japonesa que no solo repara los objetos, sino que celebra sus roturas, uniendo las piezas en formato de oro, bajo una filosofía de aceptación de las cicatrices y las heridas. De este modo, en sus canciones intentaron plasmar una fe en el futuro cuyo optimismo no fuese grandioso, sino algo más tranquilo y resiliente, como muestran en Flores, su breve tema final a modo de mantra (o de haiku): “Todas las flores giran/ en algún momento hacia el sol/ Igual haré yo”. Ahí, por cierto, colabora de modo muy sutil Xoel López.
En las canciones de Mañana y Siempre hay un ideal de la música como salvación y terapia personal (un aspecto que, en su caso, se podría tomar como algo más literal que metafórico), pero también una búsqueda de la honestidad sin miedos, cortapisas ni ensimismamientos poéticos, un vacío emocional depurado. Nunca antes fueron tan concisos y contundentes, incluso hasta el punto de titular cada tema con una sola palabra que lo englobe todo.
En este proceso de reconstrucción, asumieron la responsabilidad de ser la mejor versión de sí mismos, aceptar que son flexibles y no aferrarse al pasado. El modus operandi también cambió en la dinámica de grupo. Sara y Gonzalo comenzaron a tocar las canciones en Madrid, por puro placer, y ahí se redescubrieron a sí mismos. Cuando vieron que había material para un disco, invitaron a añadir sus partes a Edu Romero (bajo), Dani Abalo (batería) y Moncho Couselo (teclados), quienes también emergieron de entre el silencio para dar lo mejor de sí mismos.
Voluntad del grupo fue no cantar tanto a dos voces como acostumbraban a hacer. Gonzalo prefirió centrarse más en las guitarras, y Sara ha tomado un papel más frontal, diría que cantando mejor que nunca, y asumiendo más protagonismo en la composición. Teclados y base rítmica suenan también con mucho cuerpo y profundidad, y me transmiten aromas que me llevan a algunos de esos grupos de los que verdaderamente importan: The Cure, Low, Beach House, Prefab Sprout…
Igualmente destacable es el añadido de una inquietud experimental en muchos pasajes. Es una de las importantes aportaciones de Martí Perarnau IV, con quien grabaron en Estudio Uno junto a Pablo Pulido. El primero se encargó de la producción y el segundo de la ingeniería de sonido, mezclas y masterización. Todo ello para dar forma a un trabajo que, como decía al principio, poco tiene que ver con el oportunismo o con la nostalgia del pasado. Sus motivaciones se comprueban con transparencia y claridad: es un acto de amor, una obra artística que responde a una necesidad vital y que ahora arrojan al aire para que también forme parte de la vida de los demás. Una especie de regreso al hogar. A un nuevo hogar.
«Y tu corazón late tan lento
A través de la lluvia y la nieve caída
Por los campos de luto hacia una luz que está en la distancia.
Oh, no te aflijas, no, no llores
Porque esta noche por fin vuelvo a casa
Vuelvo a casa”.
– David Saavedra
(Periodista especializado en música y cultura)»
Mañana y Siempre se publica en formato digital y también en una cuidada edición en vinilo, con un diseño minucioso que acompaña la delicadeza del contenido. Más que un simple regreso, este álbum es una reafirmación de la identidad de Nadadora: una banda que ha aprendido a habitar las pausas y transformarlas en belleza.
Con este trabajo, Nadadora demuestra que el tiempo no apaga la voz de quienes hacen música desde la verdad. Mañana y Siempre es una luz que vuelve a encenderse; una declaración de amor a la música, al paso del tiempo y a todo lo que sigue brillando incluso después.